GALISTEO

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SEÑORÍO DE GALISTEO

martes, 18 de marzo de 2008

PICOTA DE GALISTEO

PICOTA DE GALISTEO.
Dos cosas simbolizan o caracterizan a Galisteo, estas son: la "Picota" y sus murallas.
Adosada a las murallas estaba el suntuoso palacio de los Duques de Galisteo, que fue vendido en el siglo pasado (1880), ya en estado semirruinoso o de abandono, y a partir de su enajenación, como para los nuevos propietarios carecía de otro interés que no fuera aprovechar sus magníficas piedras de sillería, columnas, escaleras, etc., etc., se convirtió desde ese momento en importante fuente de materiales de construcción.
Desaparecido totalmente el Palacio, excepto un torreón de cantería que perduró hasta hace aproximadamente unos setenta años, éste fue volado con cartuchos de dinamita en diferentes ocasiones para aprovechar posteriormente sus piedras, hasta dejarlo a poco más de un metro del suelo. Luego el tiempo se encargó de lo demás. Hoy quedan, en un extenso corralón, vestigios de edificaciones: entradas a subterráneos, pozos, algibes, etc., que no han sido debidamente explotados.

Y la torre en sí, la "Picota", ya quedó totalmente a merced de lo que el tiempo y los elementos han querido hacer de ella. De la parte superior de la torre, faltan una o dos hileras de canterías y todas las almenas. Y en el artístico y curioso chapitel que la corona, se aprecian, además del envejecimiento y deterioro normales, unas preocupantes resquebrajaduras en la parte superior, en sentido vertical, motivadas, según creencia popular, por la acción de los rayos que con bastante frecuencia en temporales de tormentas descargan sobre dicha torre, siendo esto posible por su gran altura, y que de no arreglarlas, con el tiempo llegará a derrumbarse.

La torre, si antiguamente tuvo aplicación práctica para la vigilancia e intercomunicación con los pueblos próximos, después no sirvió para otra cosa que para albergar en sus huecos, rendijas y cúspide numerosos nidos de pájaros: cernícalos, aviones, tordos, gorriones, etc., y cigüeñas. Un nido de éstas existió siempre en el vértice, en todo lo alto del chapitel, maravillando a cuantos lo ven por su altura y cómo han de aguantar estas aves los rigores de los días fríos de la primavera extremeña, los tórridos calores del verano y los fortísimos vientos que soplan con frecuencia sobre el altozano donde está ubicado el pueblo, al que hay que añadir la altura de la Picota.

Sobre la cornisa del chapitel antes mencionado, se han llegado a contabilizar por lo menos media docena de estos nidos de cigüeñas, y algunos también en la terraza de donde arranca el chapitel citado, constituyendo una nota curiosa y simpática la llegada, cría y emigración de estas aves.

Más el acceso relativamente fácil a la torre, desde hace varios años, por medio de unas escaleras habilitadas al efecto, han hecho que ésta sea frecuentada por muchas personas, desaprensivas algunas, que sin miramiento han destruidos los nidos de la cornisa y la terraza. Y esto unido a la mortandad originada por los insecticidas que lanzan sobre las huertas próximas a los ríos y lagunas de las cercanías del pueblo, donde tenían su principal fuente de alimentación, batracios, ofidios y otros animales pequeños, han hecho desaparecer la mayor parte de estas aves, quedando solamente en el recinto del pueblo, una o dos parejas, que anidan en el vértice de la Picota, antes mencionado.

Extraído del libro "Galisteo Milenario (ayer y hoy). Autor Ignacio Sánchez Redondo. Salamanca 1988. Pág. 75.

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